El tipo de piel se define por la cantidad de sebo (grasa) que produce naturalmente tu piel. Los tipos de piel incluyen normal, seca, grasa y mixta, y hay características generales asociadas con cada uno. Aunque principalmente determinado por la genética, factores como el envejecimiento, las fluctuaciones hormonales, el cambio de estaciones o viajar a un clima diferente pueden afectar el tipo de piel de una persona. Puede ser necesario realizar ajustes temporales o a largo plazo en tu régimen de cuidado de la piel para mantener la comodidad, salud y apariencia de la piel.
Piel normal: Este tipo de piel no es demasiado grasa ni demasiado seca y no experimenta sensibilidad, poros dilatados ni brillo excesivo.
Piel seca: La piel seca generalmente tiene poros pequeños y apenas visibles, y puede parecer opaca y escamosa, o sentirse tensa (especialmente después de limpiar). Una rutina de cuidado de la piel para piel seca debe incluir fórmulas diseñadas para proporcionar hidratación adicional y reforzar la barrera de la piel para ayudar a prevenir la evaporación de la humedad.
Piel grasa: La genética, las hormonas o el estrés pueden hacer que la piel produzca exceso de sebo (aceite) que deja la piel más propensa a brillos en todo el rostro, brotes y poros más grandes y visibles que pueden extenderse más allá de la nariz hasta las mejillas y la frente. Una rutina de cuidado de la piel para piel grasa ayuda a reducir el exceso de grasa y brillo, a la vez que descongestiona los poros y minimiza su visibilidad.